
Hace tiempo que los espacios virtuales se han convertido en el reflejo omnipresente que magnifica aquello esperado por el Otro, y moverse hacia un espacio privado dejó de ser una posibilidad. Muchas veces, el sujeto queda atrapado en ese bucle interminable de exposición constante, de demanda que nunca termina de saciarse, de reconocimiento digital como valor central. Ahí se pone en manifiesto la dimensión del goce en juego, y es que como dice Lacan, el superyó ordena “¡Goza!”, aunque esto sea imposible.
El trauma, en términos freudianos es un retorno a lo inorgánico que impacta sobre el organismo, pero Ballard agrega que el trauma funciona como anti-biótico de transmisión de grupos de compulsiones en una cultura. Como dice Mark Fisher, tanto la cultura como el organismo están formados de tics, compulsiones y conductas que se repiten sin aquejarse de ellos.
Así como en un eco de la voz del Otro, el ruido digital se infiltra y cava profundamente, impidiendo una diferenciación entre lo propio y lo ajeno. Lo imaginario ocupa más espacio que nunca: el “mensaje dentro del mensaje” habilita muchas veces una alienación que obstaculiza la posibilidad de un espacio propio.
Baudrillard ha pensado que el discurso atraviesa cierto ciclo en el que no se distinguen las posiciones del emisor y receptor, y una enorme confusión entre el medio y el mensaje sentencia que ha desaparecido la dualidad entre ellos, como también una destrucción de lo maravilloso, una hiperrealidad que invade lo real.
La opinión pública se traduce a la imposición perpetua del médium como mensaje. La profusión de voces en las redes encarna a un Otro y sitúa al sujeto como espectador de su novela, que cuenta al menos con algo: la ilusoria esperanza de saciar la demanda.
Pasar del imaginario hacia un significante, palabra o sentido, es la propuesta de un análisis, ahí cobra valor una escucha analítica que reconozca esos ecos, trascienda los enfoques normativos y devuelva al sujeto la posibilidad de construir desde el punto en que no fue deseado. Como dice Anne “ejercitarse en perder la orilla, perderse a secas y encontrar en el camino de esa pérdida el bucle de un deseo intacto”, reconocer que esto viene impuesto desde fuera aunque toque ciertas piezas en el tablero y darle un nuevo significado sin las demandas del Otro. Puesto que mediante las interacciones mencionadas, el sujeto pone en juego una parte de su goce, es posible pensar en paralelo a este juego con la transferencia, puesto que se idealiza un Otro digital que está constantemente observando, hasta cuando no se está conectado.
¿Hacia el silencio del Otro?
El ruido inicial puede pensarse como esa unión primaria entre cuerpo y voz, una manifestación elemental que, para el sujeto, necesita transformarse en sonido articulado para posicionarse en el terreno del Otro. Este pasaje del ruido al significante, sin embargo, requiere la emergencia de un silencio, un espacio intermedio que permita la entrada del sujeto al lenguaje. Es en este tránsito, donde alienación y separación configuran al sujeto en el registro simbólico, otorgándole un lugar que lo distancia de ser simplemente objeto del goce del Otro.
Del mismo modo, el trabajo analítico no se limita a una dimensión técnica; comporta una implicación ética en la escucha. Para el analista, esto implica abrirse a aquello que aparece como un resto inarticulado, como un eco persistente que desafía el significante. Estos ecos, aunque resistan, pueden volver a escribirse en otra dimensión simbólica.
Hay un punto de articulación fundamental en la dimensión del ‘no pienso’ y su relación con el Otro, puesto que el nacimiento supone la dimensión de un ‘no pienso’ donde el sujeto es pensado por el Otro antes de poder situarse como ‘yo’. En esta lógica, la existencia supone el decir del Otro, el ‘no pienso’ representa la inscripción del sujeto en el lenguaje del Otro, marcándolo con un ‘tú eres’ que antecede la propia enunciación.
En el Seminario III, Lacan dice no es lo mismo que el sujeto sea efecto de un ‘tú eres el que me seguirá’ que de un “tú eres el que me seguirás”. Ambas formas son homofónicas, se pronuncian del mismo modo, e invitan a una operación de lectura por parte del sujeto. Lacan dice que ahí donde ‘tú eres el que me seguirás’ el sujeto está nombrado como tercera persona, como objeto. Supone un ‘tú’ que no implica no ‘yo’, un sujeto, es decir ‘soy solo esa marca’, y se trata de un ‘tú eres’ sin atributo que no aporta ninguna significación. Se trata de una constatación penosa, de una certeza del ser ‘eso y nada más que eso’.
Desde esta perspectiva, el ‘no pienso’ permite entrelazar el ruido inicial del goce con las marcas que la palabra del Otro inscribe en el sujeto. Esta marca, que puede presentarse como despersonalizante o persecutoria, encuentra en el análisis un lugar para reinscribirse, posibilitando una articulación que trascienda la alienación. Es ahí donde silencio y palabra toman el valor de una invención y ya no como imposiciones del Otro.
Aislar el ruido para comenzar a escuchar estos ecos es el sesgo del análisis. Esto, implica una escucha más allá del síntoma, en el juicio del Otro inscrito en el discurso del analizante. Lacan dice que el síntoma es una pregunta no formulada, por eso se la formula con el yo. Ubicar donde la palabra toca algo de la falta del Otro, es el valor de la poesía, es ahí donde sentido y sinsentido se producen, por eso es poesía: una palabra que toca el cuerpo.
Por Lic. Yanina G. Gómez
Referencias:
Ballard, J.G. (1981). La exhibición de atrocidades. Editorial Minotauro.
Baudrillard, J. (1978). Cultura y simulacro. Editorial Kairós.
Dufourmantelle, A. (2011). Elogio del riesgo . Editorial Anagrama.
Fisher, Marcos. (2022). Constructos línea plana. Editora Caja Negra.
Lacan, J. (1955-1956). Seminario III : Las Psicosis . Paidós.
Lacan, J (1964). Seminario XI: Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Paidós.
Lacan, J. (1966). Seminario XIV: La lógica del fantasma . Paidós.
Lacan, J. (1973). Seminario XX: Aún . Paidós.
Žižek, S. (2004). El sublime objeto de la ideología . Editorial Siglo XXI.