
La presión de “tener siempre un proyecto”: cuando el hacer se vuelve mandato
Vivimos en una época donde parece que siempre deberíamos estar haciendo algo: estudiando, cambiando de trabajo, emprendiendo, viajando, “creciendo”. Las redes sociales refuerzan la idea de que hay que tener un proyecto, estar en movimiento, buscar la mejor versión de uno mismo.
Y aunque tener metas puede ser valioso, también puede convertirse en una fuente de angustia cuando el deseo no es propio, sino impuesto.

¿Qué pasa cuando no tengo ganas de emprender nada?

¿Está mal si no sé qué quiero hacer con mi vida?

¿Por qué me siento frustradx si “tengo todo para estar bien”?
La presión por producir, mejorar, avanzar… puede volverse agotadora. En lugar de conectarnos con nuestras necesidades reales, terminamos forzando procesos, comparándonos y exigiéndonos en nombre de una supuesta “normalidad”.
A veces está bien no tener un plan.
Está bien no saber, estar en pausa, o simplemente querer sostener lo que ya hay sin agregar más. La vida no es una carrera de logros ni una competencia de rendimiento emocional.
En terapia trabajamos estas exigencias internas y externas. Aprendemos a distinguir lo que deseamos de lo que sentimos que deberíamos hacer. Y eso —aunque parezca pequeño— es un acto de libertad.

Si estás cansadx de cumplir expectativas ajenas, quizás sea momento de escucharte.
Y que se vuelva una vida con proyectos y no un proyecto de vida.
Por: Lic. Dos Santos Celeste