
Introducción
La presente tesina surge de la participación como acompañante terapéutico en el ámbito escolar integrando el equipo terapéutico del caso clínico de Z. A lo largo del trabajo, se buscará dar cuenta de una experiencia a la luz de los conceptos trabajados en la Práctica Profesional clínica de la urgencia y otras materias de la carrera de Psicología en la UBA, así como en diversos espacios de formación psicoanalítica. De esta forma, el objetivo será leer las coordenadas del padecimiento subjetivo que llevaron al sujeto a la consulta, subdividiendo el caso clínico en 3 tiempos lógicos. En este sentido, y en relación a los movimientos subjetivos que fueron aconteciendo a lo largo del mismo, la viñeta clínica será articulada con los conceptos de urgencia generalizada y urgencia subjetiva, los afectos, particularmente el de la cólera y la posición inhibida. Finalmente, se intentará delimitar las intervenciones que posibilitaron proveer una hipótesis provisoria a Z respecto a su padecimiento, haciendo posible la lectura de la subjetivación de la urgencia.
Planteamiento del problema
A partir del caso Z, se realizará una construcción en tres tiempos lógicos para analizar y articular el mismo. Se realizará un recorte de sus dichos, localizando los puntos de enunciación que den cuenta de la modalidad del padecimiento subjetivo que presenta Z, así como las intervenciones que brindó el dispositivo analítico a lo largo de su tratamiento, hipotetizando los efectos clínicos de éstas intervenciones.
Preguntas de investigación
¿Cómo pueden pensarse las modalidades del padecimiento subjetivo, los afectos y las urgencias que aparecen en el caso? ¿Qué relación tienen las mismas con la posición inhibida y el afecto de la cólera? ¿Qué intervenciones posibilitan vislumbrar un cambio respecto de su posición y por qué?
Hipótesis general
La modalidad del padecimiento subjetivo del paciente se caracteriza por una posición inhibida.
Hipótesis específicas
-Las situaciones de urgencia aparecen como no subjetivadas por el sujeto.
-Las intervenciones del equipo tratante posibilitan una lectura de la posición inhibida en la que se encuentra el sujeto dan cuenta, a su vez, de una subjetivación de la urgencia.
Objetivo general
Dar cuenta de la posición inhibida de Z a lo largo del tratamiento.
Objetivos específicos
Desarrollar los distintos tiempos lógicos en el tratamiento del paciente respecto a su padecimiento dando lugar a una subjetivación de la urgencia.
Diferenciar la posición del psicoanálisis y su concepción del sujeto y la urgencia, en relación con la postura de la institución educativa.
Analizar el afecto de la cólera en el caso de Z y su relación con la posición inhibida y la urgencia en el segundo tiempo del tratamiento.
Identificar la hipótesis provisoria que permite la subjetivación de la urgencia.
Metodología
El presente trabajo se aborda desde un enfoque cualitativo. Se enmarca dentro del área clínica y comprende un estudio de tipo exploratorio. La metodología utilizada ha sido principalmente la revisión bibliográfica de diferentes autores y autoras que han abordado la temática a investigar.
A partir de la revisión bibliográfica, se dará lugar a una conceptualización teórica correspondiente a los conceptos psicoanalíticos que se plantean en los apartados anteriores. Así, se realizará el análisis de un caso clínico a partir de la articulación teórica.
De esta forma, a partir de la construcción del caso clínico, y la revisión y articulación bibliográfica, se buscará responder a los objetivos planteados al caso de Z.
Estado del arte
El estado del arte se basa en una revisión exhaustiva de la literatura relevante sobre el tema de investigación de la tesina. En este apartado se hará un recorrido por la bibliografía psicoanalítica en relación a la inhibición y el impedimento para pensar lo que se ha trabajado sobre la temática y así sustentar el desarrollo de la tesina. Se partirá de Freud y Lacan, y se avanzará sobre las conceptualizaciones de psicoanalistas contemporáneos, los cuales parten de la enseñanza freudiana y lacaniana, otorgándole su propia impronta y aporte al corpus psicoanalítico, entre los que se encuentran: Norberto Rabinovich, Gabriela Insúa y Carola Grassi, entre otros. También, se trabajará con el concepto de urgencia desde Inés Sotelo, y la necesariedad de la emergencia del sujeto en la urgencia desde una posición ética. Finalmente, se hará un recorrido por los afectos desde los autores Jacques Lacan, Colette Soler y Lujan Iuale, para pensar la cólera y el cuadro de los afectos de Lacan en el marco teórico.
La inhibición
Se pueden ubicar diversos libros, trabajos de investigación y análisis de casos clínicos que abordan la temática de la inhibición. Grassi (2018) distingue en la obra de Freud dos tipos de inhibiciones, que implican una operatoria diferencial: la inhibición estructural, la cual acontece en los tiempos inaugurales de la estructura; y la inhibición que tiene que ver con la psicopatología, la cual se subdivide en inhibiciones patológicas e inhibiciones normales del yo. Estás últimas serán las de interés para el presente trabajo de tesis.
Olaso (2015) en su libro Paradojas de la inhibición hace una recapitulación de la obra freudiana, indicando los diversos momentos en los que Freud hace referencia a esta modalidad del padecimiento subjetivo. De esta forma, se destacarán algunos momentos paradigmáticos de esta recapitulación. El autor sitúa la primera referencia en 1892, donde Freud alude a la inhibición de la función sexual como factor etiológico de la neurosis de angustia. En 1905 sitúa la función del chiste como la ganancia de placer obtenida al ahorrarse la energía requerida en una inhibición. En 1913 se ubica la inhibición en el actuar, dando cuenta del nexo entre prohibición e inhibición. En 1915 aparece la relación entre duelo e inhibición, en la cual el yo resulta inhibido por el exceso de energía abocado al proceso de duelo. En 1916 surge la relación entre culpa e inhibición, dando lugar a las inhibiciones morales. En 1923 con la introducción del superyó, se da cuenta de la facultad del mismo para inhibir al yo. Finalmente, en 1926, con el surgimiento del texto inhibición, síntoma y angustia, el autor plantea que aparece el momento de mayor sistematización por parte de Freud sobre está temática (Olaso, 2015).
Freud (1926) en su texto inhibición, síntoma y angustia alude a la inhibición como el proceso que genera una rebaja o limitación de las funciones yoicas. En este sentido, el autor realiza una distinción entre los fenómenos que dan cuenta de una inhibición normal de la actividad, de aquellos mecanismos inhibitorios donde existe un proceso patológico que afecta a las funciones yoicas. Entre los primeros se describen procesos comunes, como la inhibición de la actividad yoica al dormir, así como aquellos que tendrían que ver con un proceso que demanda una cantidad de energía excesiva al aparato, por lo cual esta no estaría disponible en otro lugar. Allí, el autor destaca el proceso de duelo o el tránsito por una enfermedad grave como casos paradigmáticos. En relación al segundo tipo de fenómenos inhibitorios, en los cuales entra en juego el carácter patológico y el padecimiento subjetivo, se destacan las inhibiciones que se dan para no entrar en contradicción con la instancia del ello, así como las que están al servicio de evitar el conflicto con el superyó, es decir, al entrar en juego la instancia moral.
Lacan (1963-1964), en su clase 1 del Seminario 10, retoma los tres términos utilizados por Freud en su texto inhibición, síntoma y angustia para describir las diversas posiciones en las cuales puede arribar un sujeto neurótico al análisis. En relación a la inhibición, sostiene que se trata de un momento de detenimiento, de máximo aferramiento a la imagen narcisista, donde no surge ningún interrogante sobre la posición que se está sosteniendo. Sería el momento de menor movimiento y menor conflicto para el yo. En relación al impedimento, el autor sostiene que en esta posición empieza a haber una situación de conflicto para el yo, pero aún no puede atravesar la lógica que lo detiene. “Por el mismo movimiento que el sujeto avanza hacia el goce, es decir, hacia lo que está más lejos de él, encuentra esa fractura tan íntima (…) Por haberse dejado tomar en el camino por su propia imagen, por la imagen especular. Es esta la trampa”. (Lacan, 1962-63, p. 52).
Rabinovich (2014) en su texto El Superyó, un obstáculo en la cura, deduce una relación entre la instancia del superyó freudiana y el gran Otro en el corpus lacaniano para pensar la posición inhibida. “El superyó es la consecuencia de la incorporación dentro del sujeto de la demanda del Otro, la cual adquiere un carácter imperativo”. (Rabinovich, 2014, p. 40). Si se está respondiendo a una demanda no hay decisión del lado del sujeto, hay acatamiento. Así, el autor concibe al superyó como una instancia que hace de refugio narcisista para el yo. El goce que le posibilitaría ir más allá no conviene a la imagen narcisista del yo porque lo dejaría sin el amparo del Otro. Es decir, gozar más allá de esta imagen sería, al mismo tiempo, quedarse sin la garantía de completud de la imagen narcisista.
En continuación con estos desarrollos, Rabinovich (2014) sostiene que la angustia que describe Freud ante la posibilidad de la pérdida del superyó será traducida por Lacan como angustia ante la castración en el Otro. De esta forma, concibe a la inhibición como el momento en el cual el sujeto queda sujetado al sentido que le otorgó el Otro sin que aparezcan fisuras en el mismo. El autor afirma que la posibilidad de fallar al mandato generaría un sentimiento angustioso de culpabilidad que camufla la angustia de castración. La causa de esta angustia no estaría relacionada con fallarle al Otro, sino que el Otro falle, dando cuenta de la castración del Otro. De esta forma, se observa que el autor retoma la inhibición de la instancia superyoica freudiana y la relaciona con el Gran Otro en Lacan, para sostener que la inhibición tiene que ver con no querer saber nada de la castración en el Otro. Este sería la motivación por la cual el sujeto inhibido acata los mandatos, para sostener el amparo de un Gran Otro que responda por su falta en ser. “Como si detrás del contenido de cada mandato, yaciera la exigencia superyoica de “no saber nada” de que el Otro puede equivocarse”. (Rabinovich, 2014, p. 42).
De esta forma, Rabinovich (2014) destaca que la caída de la función del Sujeto Supuesto Saber en el neurótico tendrá que ver con la caída del Otro garante, la barra en el Otro en términos lacanianos. Será el momento en el cual el sujeto percibe que nadie va a dar una respuesta certera, que se va a encontrar un montón de respuestas a sus preguntas y que va a tener que decidir con cuál quedarse. “Asumir que nuestra vida ya no sirve para que el Otro exista” (Rabinovich, 2001). Así, se observa como la castración aparece como opuesto a la inhibición. Si en el primer caso aparece la barra en el Otro y se acepta la imposibilidad lógica, y la decisión queda del lado del sujeto, en la inhibición es el punto de máximo aferramiento a la función del Sujeto Supuesto Saber, donde hay un Otro garante que sabe y demanda una forma de responder por la falta en ser del sujeto. Rabinovich (2017) afirma: “El rehusamiento de la castración es correlativo a la ilusión de que el Otro garante y protector existe” (p. 29).
Grassi (2018), en su trabajo de Tesis de Maestría, realiza un recorrido por el concepto de inhibición, articulando las dimensiones teórico-clínicas del mismo. La autora retoma el tiempo instituyente del estadio del espejo y la identificación imaginaria a la imagen especular como una operatoria que incide y determina los fenómenos de la inhibición. La imagen ilusoria de unidad y completud que se asume en el estadio del espejo, y que viene a ocupar el lugar del cuerpo fragmentado, tendrían una incidencia en la fenomenología de la inhibición patológica. Si a partir del estadio del espejo Lacan nombra al yo como un lugar de desconocimiento, dado que en la imagen ilusoria de completud nada falta, la inhibición aparecería cuando un encuentro contingente viene a romper esa ilusión. “El yo se detiene, inhibe sus funciones, ya que algo en ese movimiento implicaría el encuentro con la dificultad de la experiencia castrativa”. (Grassi, 2018, p. 100). Entonces, la autora sostiene que la posición inhibida se caracteriza por la función del desconocimiento, la ausencia de implicación en la posición de detenimiento, y su carácter egosintónico. Esta asunción como rasgo de carácter “representa el obstáculo clínico mayor, en la medida en que no hay pregunta ni malestar del sujeto que habilite el trabajo analítico”. (Grassi, 2018, p. 113).
La autora retoma la frase lacaniana que define a la inhibición como “un síntoma puesto en el museo” (Lacan, 1963-1964). Así, plantea que esta definición es una condensación conceptual que debe ser diferenciada para comprender el valor propio de cada concepto. De esta forma, sitúa la principal diferencia en la carencia metafórica en la inhibición, en relación con los mecanismos de formación del síntoma, en los cuales se dan las formaciones sustitutivas que dan cuenta del malestar y le hacen pregunta al sujeto. En este sentido, la autora ubica que la inhibición aparece como un momento de detención de la capacidad metafórica y metonímica del significante. La detención en lo imaginario retiene al sujeto en una posición coagulada de sentido, que no permite su deslizamiento hacia otros sentidos posibles (Grassi, 2018).
En relación al trabajo analítico, Grassi (2018) sostiene que la inhibición aparece cuando en el discurso del paciente se hace referencia a una detención, pero sin que surja una pregunta de parte del sujeto acerca de la misma. Por este motivo, la autora ubica que la intervención con esta modalidad del padecimiento subjetivo será al modo de un interrogante que lleve a historizar y ubicar los puntos de coagulación y detención. De esta forma, el paciente podrá reconocer y dar lugar a una inquietud en relación a los mismos, lo cual posibilitará un movimiento subjetivo. Una vez que la inhibición da lugar al impedimento, es decir, en el momento que empieza a haber un conflicto en relación a la posición en la cual el sujeto viene actuando, será el tiempo donde pueda empezar a quebrarse la unidad narcisista (Grassi, 2018). Ya no aparece en la comodidad de su inhibición, sino que aparece el malestar en relación a la sensación de no poder. “Pérdida de la potencia yoica necesaria para dar lugar al malestar (…) que operará como motor del trabajo analítico” (Grassi, 2018, p. 114).
Insua (2017) en su libro Saltar de la cuna retoma el cuadro de los afectos propuestos por Lacan en el Seminario 10. Allí, la autora hace una relación entre la posición inhibida y el entrampe fantasmático: “¿Qué quiere el Otro de mí? Respuesta que es el texto del entrampe fantasmático y es la detención en ese fantasma, lo que podemos llamar inhibición”. (Insua, 2017, p. 37). De esta forma, la autora sostiene que la inhibición es la posición en la cual se está ocupando el lugar de objeto fálico del Otro y donde no se está interrogando la misma. Si el sujeto se interroga lo que es para el Otro, se daría cuenta de la pregunta por el deseo, y se podría empezar a pensar en un viraje respecto a la posición inhibida. Insua (2017) hace una relación entre la angustia y la inhibición:
La angustia es aquello que aparecerá justamente cuando el sujeto se confronte a la castración, que siempre es la del Otro, es decir, cuando llegue a ese punto de comprobación de que no hay garantía, que no hay otro que pueda hacer por él, que es hora de poner en juego su nombre y su saber hacer con lo que le ocurre y con aquello a lo que se siente convocado (…). Un adolescente inhibido, es decir, coagulado fantasmáticamente en su relación al Otro, no estará angustiado pues no hay límite al que se está asomando (Insua, 2017, p. 71-72)
La autora sostiene que la inhibición es el punto de máxima captura en relación a un Otro sin barrar al cual se responde en forma de demanda. La angustia, por su parte, daría cuenta de la castración de ese Otro, lo cual posibilitaría un viraje hacia una posición deseante. De esta forma, la autora sostiene que “el trabajo analítico es para discernir que de ese armado identitario es una elección subjetiva y que es un efecto de alienación al Otro”. (Insúa, 2020, p. 63). En este sentido, en lo que respecta a la posición inhibida, la autora afirma que en las intervenciones analíticas “su eficacia está en la ruptura del sentido, que propiciará entonces la aparición de una nueva significación, tarea que estará del lado del sujeto, no del analista» (Insúa, 2010, p. 78). Ya no será la significación que respondía a una demanda, en la cual se responde desde el “deber ser” a la forma de ideales o mandatos. De esta forma, en un análisis, el sujeto se podrá ir desprendiendo y separando una y otra vez de éstos, dando lugar a la elección del camino que se construye a partir de esas marcas previas. Y así, “Desprenderse de las orillas conocidas con la diferencia de estar advertido de por qué tomar esa deriva (…)” (Insúa, 2010, p. 71). Conmover la posición inhibida posibilitará que el sujeto pueda dirigirse con sus marcas hacia los encuentros, esta vez decidiendo cuáles portar y por qué, construyéndose en un devenir (Insua, 2010).
La urgencia
Sotelo (2015) hace su propuesta del dispositivo DATUS, inspirado en la teoría y clínica psicoanalítica. Este dispositivo funciona en los servicios de salud mental de distintos hospitales, a cargo de profesionales de diversas especialidades. Su objetivo será “alojar las urgencias y darles un tratamiento hasta que el paciente se responsabilice de aquello que le acontece y del tratamiento que está dispuesto a darle” (Sotelo, 2015, 172). Esta responsabilización tendrá que ver con la implicación subjetiva en aquello que se está padeciendo (Sotelo, 2015).
Al caracterizar el dispositivo de DATUS, la autora marca los lineamientos éticos del mismo, haciendo una diferenciación entre los objetivos de este dispositivo singular y los objetivos institucionales y burocráticos a la hora de abordar las modalidades del padecimiento subjetivo que presentan los pacientes. Así pues, según el objetivo y la conceptualización que se tenga sobre qué es la urgencia, y, a su vez, la conceptualización de sujeto con la que se trabaje la misma, habrá diferencias en los modos de abordarla, así como variarán los tiempos que se consideren necesarios para llegar a su resolución (Sotelo, 2015). Desde la óptica de DATUS, una situación de urgencia es pensada como la vivencia subjetiva de haber llegado a un límite, requiriendo una intervención. Para promulgar su resolución, será necesario pensarla articuladamente con la dimensión del sujeto, lo cual abriría una dimensión temporal novedosa. Por esto, en toda urgencia será necesaria una “pausa lógica, no cronológica, para que emerja la dimensión del sujeto en la urgencia” (Sotelo, 2015, 84).
En la urgencia, será determinante dar cuenta de la afección de la cual viene acompañada el padecer del sujeto al acudir a la consulta. Este será el vector que permitirá en los primeros encuentros la lectura de parte del equipo tratante sobre la posición del sujeto ante lo que está padeciendo. San Miguel (2022) sostiene que la urgencia se presta a un ordenamiento: si el paciente asiste a la urgencia angustiado se buscará proveer ciertas coordenadas para que pueda dar un sentido a lo que está pasando, mientras que en caso de una posición coagulada de sentido, se buscará conmover el mismo.
En la urgencia no se buscará un sentido común que explique que ante ésta o aquella situación el sujeto se afecte de una determinada manera. A su vez, el equipo tratante no intentará suprimir rápidamente aquello de lo que el sujeto padece, sino que buscará interrogarlo para poder llegar a lo que lo motiva. Una posición ética ante la urgencia será la que lleve a dar ciertas coordenadas sobre las causas que vienen generando padecimiento a ese paciente en su particularidad, al modo de hipótesis. Se buscará que emerja un sujeto que pueda darle un sentido propio a ese padecimiento (Sotelo, 2015).
Los afectos y la cólera
Soler (2016) señala que varias de las críticas dirigidas a Lacan parten de la idea de que el autor no ha dado un valor relevante en sus teorizaciones a los afectos: “Lacan ha sido objeto de la acusación de haber descuidado los afectos del sujeto en beneficio del lenguaje y el significante” (Soler, 2016, p. 8). En contraposición con esta lectura, la autora sostiene que en varios momentos de la enseñanza lacaniana los afectos tienen un lugar preponderante. Entre éstos destaca el seminario 10, sobre la angustia, a la cual Lacan define como el único afecto real por su relación con el objeto a, y el cual será un determinante clínico fundamental para pensar al sujeto.
Soler (2016) afirma: “Al comienzo de la demanda de un análisis siempre hay un afecto en la forma de un sufrimiento difícil de soportar y que espera la curación” (p.7). El sujeto acude con un padecimiento del cual no se puede desprender y que lo lleva a consultar con un analista del cual, transferencia mediante, le supondrá un saber que le posibilite atravesarlo (Soler, 2016). Asimismo, Soler (2016) afirma: “La verdad del sufrimiento no es el sufrimiento mismo, sino que más bien debe buscársela por el lado de aquello que lo causa” (p. 17). Habrá que escuchar a ese sujeto en particular, su discurso y su historia, para poder dar cuenta del afecto en cuestión:
Los sujetos están muy tentados de confundirlos con su verdad por cuanto para ellos poseen la fuerza de la evidencia. Por ende, se impone la necesidad de una teoría que dé cuenta de los afectos, y que diga cómo y hasta dónde les atañe al psicoanálisis. (Soler, 2016, p. 8).
El afecto es vivido con la “fuerza de la evidencia”, dado que no necesariamente se ha interrogado la causa de esa afección. No se tratará de desprestigiar que en ese encuentro el sujeto haya experimentado dicho afecto, sino de interrogar la causa de que en ese encuentro se haya despertado el mismo. En este sentido, un análisis será un espacio donde se podrá habilitar una segunda lectura del afecto en cuestión (Soler, 2016).
Soler (2016) en su libro Los afectos lacanianos hace un recorrido por los afectos en Lacan, haciendo una división entre los afectos de alienación y los afectos de separación. Los primeros irían en línea con el modo de sujeción y la alienación a las significaciones que se inscribieron en el deseo del Otro. Por este motivo, estarán relacionadas con la posición inhibida. Así, Soler (2016) afirma:
Las respuestas ya disponibles para un sujeto son la de la imagen del estadio del espejo, i(a), imagen que tengo pero no soy, y también las de lo que denominó el espejo del Otro hablante, del discurso que talla mi retrato, sea cual fuera el que tenga (…) (p. 32).
Es decir, serán los afectos que aparecen cuando el sujeto está respondiendo al Otro en forma de demanda. Los mismos dejan al ser otrificado, pasado por el espejo del Otro y su discurso, pero sin apropiarse de la imagen y las significaciones que este le devuelve (Soler, 2016). Para pensar el desarrollo de la presente tesina, uno de los afectos de alienación que se intentará trabajar será el de la cólera.
Iuale (2020) en su libro Disrupción de los afectos en la clínica y en la época toma una cita de Lacan (1958-1959) del Seminario 6 donde define este afecto como:
Un afecto fundamental como el de la cólera no es otra cosa que esto: lo real que llega en el momento en que hemos hecho una muy bella trama simbólica, en que todo va muy bien. De repente nos damos cuenta de que las clavijas no entran en los agujeritos. Ese es el origen del afecto de la cólera (Lacan, 2017, p. 59)
En línea con estos desarrollos, Iuale (2020) afirma:
¿Qué implica la decepción? No es la castración del Otro, sino más bien el encuentro con la disparidad, esa falla en el correlato entre lo esperado y lo obtenido. Tal vez por eso la respuesta frente a la decepción no sea la angustia, sino la irrupción de la cólera (p. 170)
En lugar de surgir un interrogante, lo cual podría producir angustia por ponerse en cuestión una significación que aparece fija, el sujeto se encoleriza cuando “las clavijas no entran en los agujeritos”(Lacan, 1963-1964, p. 27). En este sentido, Soler (2016) hablará de “la docta ignorancia”: “Ignorancia de quien sabe mucho y que de todo su saber delimita lo que no puede saber, el agujero, es en cierto modo el súmmum del saber posible, mejor que el desciframiento que recae en el sentido, un precursor del bien-decir (…)” (p. 84). No se tratará de que la clavijas entren en los agujeritos, sino aceptar el agujerito para que haya un saber posible.
Iuale (2020) sostiene que el objetivo del análisis será lograr que el sujeto pase de la impotencia a la imposibilidad lógica: “imposibilidad que tiene estrecha relación con lo real, del desorden imaginario que la cólera introduce a nivel del cuerpo a lo real en juego en la castración” (Iuale, 2020, p. 171). Soler (2016) afirma que “el imposible demostrado constituye la solución de la impotencia, imaginaria (…) pasar de la espera en jaque a lo imposible es una solución” (p. 125).
Marco Teórico
En este apartado se desarrollan los conceptos teóricos y marcos conceptuales que sustentan la articulación teórico-clínica del caso Z. El marco referencial sobre el que se situará el análisis del caso clínico para la presente tesis de grado será el psicoanálisis de orientación freudiana y lacaniana. Se trabajará con algunas conceptualizaciones propuestas por Freud en Inhibición, síntoma y angustia, así como las desarrolladas por Lacan a la altura del Seminario N°10, La angustia, para pensar el concepto de inhibición e impedimento, y su relación con la posición inhibida en el caso de Z, así como el afecto de la cólera. También, se trabajarán unos breves aportes de otros autores en torno a posición inhibida, la cólera, y los movimientos posibles al interior de esta modalidad del padecimiento subjetivo neurótico, que sirven a la comprensión y el entendimiento de la postura de Freud y Lacan, entre los que se encuentran Gabriela Insua, Norberto Rabinovich y Lujan Iuale. A su vez, se utilizarán algunas conceptualizaciones sobre el psicoanálisis y las instituciones, con los desarrollos de Inés Sotelo, para pensar la urgencia generalizada, la urgencia subjetiva y la subjetivación de la urgencia. También, se trabajará con las teorizaciones de Sotelo en relación a las concepciones que se tiene por sujeto y urgencia en el psicoanálisis, en contraposición al discurso de las instituciones. Esto posibilitará pensar la articulación entre teoría y práctica en el análisis del caso Z.
La inhibición en Freud
El que abre esta investigación en el campo psicoanalítico será Freud. Uno de los textos paradigmáticos en lo que aborda la temática será Inhibición, síntoma y angustia. El autor sitúa un trípode conceptual en relación a las diversas posiciones que puede acarrear un sujeto al llegar a un análisis, las cuales están articuladas a las modalidades del padecimiento subjetivo en juego. (Freud, 1926). De esta forma, analiza las diferencias y particularidades de estas tres conceptualizaciones. El autor parte de la diferenciación entre la inhibición y el síntoma, afirmando que: “No han crecido los dos en el mismo suelo” (Freud, 1926, p. 83). Así, el autor sostiene que la inhibición tiene que ver con una limitación funcional del yo, mientras que el síntoma “ (…) no puede describirse como un proceso que suceda dentro del yo o que le suceda al yo” (Freud, 1926, p. 86). En continuación con estas caracterizaciones, dirá que la inhibición, a diferencia del síntoma, no necesariamente tendrá que ver con un proceso patológico. En lo que respecta a su relación con la angustia, el autor concibe que ambas están íntimamente relacionadas: “Muchas inhibiciones son, evidentemente, una renuncia a cierta función porque a raíz de su ejercicio se desarrollaría la angustia” (Freud, 1926, p. 83). Cabe aclarar que Freud (1912), en su texto Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico, en relación al modo de comunicar al paciente sobre la construcción que se ha hecho sobre el padecimiento que los aqueja, aconseja no comunicar una construcción hasta que él mismo esté a un paso de poder realizarla, dado que la misma resultaría infecunda o provocaría una fuerte resistencia.
Freud (1926) describe tres tipos de inhibición. En primer lugar, describe las inhibiciones de la función yoica de un órgano. Las mismas acontecen cuando el órgano con el que se realizaba una actividad, y el significado de la actividad misma, pasan a tener una significación sexual para el sujeto. Así, habrá una inhibición en el caminar “si la marcha se ha convertido en sustituto simbólico de pisar el vientre de la Madre Tierra” (Freud, 1926, p. 85). Se omite la acción para evitar lo que estaría prohibido por su carácter de “erotización hiperintensa”. De esta forma, habrá una inhibición total en dicha acción para esquivar una nueva represión, evitando así un conflicto con la instancia del ello (Freud, 1926).
El segundo tipo de inhibición se dará ante eventos largamente anhelados por la persona, los cuales le darían reconocimiento y éxito ante sus pares. Ante el logro de este anhelo, se produciría la inhibición. “Parece como si no pudieran soportar su dicha, pues el vínculo causal entre la contracción de la enfermedad y el éxito no puede ponerse en duda” (Freud, 1916, p. 323). Por lo tanto, el sujeto se inhibe por la incidencia autopunitivista del superyó. Así, Freud (1916), afirma: “El trabajo analítico nos muestra fácilmente que son poderes de la conciencia moral los que prohíben a la persona extraer de ese feliz cambio objetivo el provecho largamente esperado” (p. 325)
En tercer lugar, están aquellas inhibiciones que suceden cuando el yo está sometido a una intensa lucha defensiva o una tarea que le demanda a su aparato psíquico grandes cantidades de energía para elaborarlo. De esta forma, la energía no estaría disponible para otra cosa. En este último caso, como en un dolor grave de muela o el atravesamiento de un proceso de duelo, entrarían aquellas inhibiciones que no son de carácter patológico, sino que el yo “se empobrece tanto en su energía disponible que se ve obligado a limitar su gasto de manera simultánea en muchos sitios” (Freud, 1926, p. 86).
La modalidad del padecimiento subjetivo en Lacan: inhibición e impedimento
La inhibición es una de las modalidades que se presentan al interior de la estructura neurótica. En su cuadro de la clase 1 del seminario 10, Lacan retoma los tres términos utilizados por Freud en su texto inhibición, síntoma y angustia para describir las diversas posiciones en las cuales puede arribar un sujeto neurótico al análisis. El autor afirma que estos tres términos no están en el mismo nivel, sino que los coloca escalonadamente junto a dos variables que los acompañan: movilidad y dificultad. De esta forma, presenta un cuadro de nueve entradas junto a otros conceptos fundamentales, tales como el de impedimento, acting-out, pasaje al acto, entre otros. (Lacan, 1962-63). Se describirán a continuación aquellos que se consideren pertinentes para pensar la posición en la que se encuentra el paciente: inhibición e impedimento.
En el cuadro se observa a la inhibición como el primer término, es decir, el que presenta menor dificultad y movimiento para el yo del sujeto. “En la inhibición, es de la detención de movimiento de lo que se trata” (Lacan, 1962-63, p. 50). A medida que el cuadro avanza a la derecha, aumenta el conflicto yoico, y cuando avanza hacia abajo, aumenta el movimiento. De esta forma, la inhibición aparece como el punto de mayor atrapamiento, de menor verdad subjetiva. Ésta es la posición de la persona que afirma “yo soy así”, “mi vida es esto” sin interrogarse ni avizorar un movimiento posible. Si el sujeto abre la pregunta de quién es para el Otro, algo de la pregunta por su deseo empieza a vislumbrarse. Por ende, la inhibición se sostiene en un sentido coagulado que da cuenta de quién es y lo que debe hacer, sin atisbos de su propio deseo. (Lacan, 1962-63).
Al paciente inhibido no se le arma pregunta ni está angustiado, no hay dificultad ni conflicto yoico. En palabras de Lacan (1962-63) “es un síntoma puesto en el museo” (p. 51). En la inhibición no se tratará de un síntoma al modo de un cifrado del inconsciente y, en varias ocasiones, aparece como un rasgo de carácter de la persona. Por este motivo será la posición de menor conflicto para el yo. En un análisis se buscará el modo para que esto empiece a hacerle pregunta al sujeto, lo cual tendrá que ver con localizar al servicio de qué está actuando en esa lógica y por qué la sostiene (Grassi, 2018).
A la derecha de la inhibición aparece el impedimento, en el mismo nivel que la inhibición, y aumentando el conflicto yoico. Habría una mayor percepción de que se trata de una posición subjetiva problemática, pero el sujeto sigue alienado: “Por el mismo movimiento que el sujeto avanza hacia el goce, es decir, hacia lo que está más lejos de él, encuentra esa fractura tan íntima (…) Por haberse dejado tomar en el camino por su propia imagen, por la imagen especular. Es esta la trampa”. (Lacan, 1962-63, p. 52). Se trata de la fractura imaginaria correlativa de la castración, que daría cuenta de la incompletud en la imagen narcisista de sí (Olaso, 2015). Cuando el sujeto intenta avanzar más allá de su posición inhibida hacia su goce, vuelve a repetir el circuito de encontrarse con su propia imagen, es decir, con la imagen narcisista que responde por su ser, el “yo soy así”. El sujeto no se conforma con su atrapamiento sino que intenta atravesar la lógica desde la que se está situando hacia una posición de sujeto. (Lacan 1962-63). De esta forma, se observa que en el impedimento, el mayor conflicto que percibe el yo está enlazado con la pérdida del carácter egosintónico que aparecía en la inhibición.
En la inhibición, el ser del sujeto se reduce a responder a la suposición del saber del Otro como garantía. “La disposición a creer en algún dios es de carácter estructural en el ser hablante y a lo largo de su vida encontrará distintos personajes que le darán a esta creencia actualidad y consistencia” (Rabininovich, 2017, p. 27). Es decir, esta posición se irá actualizando en relación a los diversos Otros que se encarnen como discurso amo para esa persona, y a los cuales les suponga un saber al cual responder. Lacan (1964) afirma que el Otro es el representante de la suposición del saber, y no es un sujeto. Si no es un sujeto, no tendrá que ver con la verdad del sujeto, sino con el saber que se le supone. Por esto el autor afirma que no hay Otro del Otro, no habría Otro en el cual se sostiene la garantía que acompaña la suposición de saber del neurótico . Habrá marcas e identificaciones, pero no una identidad fija. De esta forma, no habría pensamientos que sean del orden de la “verdad verdadera” o del “yo soy así”. Por ende, la posición inhibida del neurótico da cuenta del sostén de un Otro imaginario, sin fallas. Conmover estas significaciones coaguladas a las cuales el sujeto responde desde su posición inhibida, en la creencia en que un Otro tiene la respuesta por su falta en ser, será el objetivo del análisis (Insua, 2022).
El afecto de la cólera en Lacan
Lacan (1962-63), en el Seminario 10, sostiene que la cólera es una pasión, que sucede cuando “las clavijitas no entran en los agujeritos” (p. 26). Es decir, cuando las cosas no cierran: “Cuando, en el nivel del Otro, del significante, es decir siempre más o menos de la fe y de la buena fe, no se juega el juego, es eso lo que suscita la cólera” (p. 26). Cuando se trata de lo que el Otro da o no da, de la buena y mala fe, cuando ahí no se juega, aparece la cólera. En este sentido, Iuale (2020) afirma:
¿Qué implica la decepción? No es la castración del Otro, sino más bien el encuentro con la disparidad, esa falla en el correlato entre lo esperado y lo obtenido. Tal vez por eso la respuesta frente a la decepción no sea la angustia, sino la irrupción de la cólera (p. 170)
Por ende, aparece como un afecto que es efecto de una decepción de aquello que el sujeto esperaba de antemano en relación a cómo “deben ser” las cosas sostenido en un Otro que sabría. El sujeto se encoleriza cuando una situación contingente le devuelve algo distinto. Es un afecto especular que responde a lo que el Otro da o no da, en forma de demanda. (Lacan, 1962-63). El ser para el Otro siente la impotencia en el lugar del imposible porque supone un Otro sin barrar, sin fallas, y por eso se encoleriza cuando este falla. En lugar de la angustia que suscita el hecho de que el Otro no sabe, y que por ende está en falta, el sujeto se encoleriza por no aceptar la castración del Otro. En la posibilidad de dar cuenta de la inconsistencia de ese Otro, de sus fisuras y sus fallas, aparecería su potencia, su posibilidad deseante (Iuale, 2020).
Urgencia: en la búsqueda de un sentido singular
En este apartado se trabajará con las teorizaciones de Sotelo (2015) y el Dispositivo Analítico para Tratamiento de Urgencias Subjetivas (DATUS) para pensar las particularidades de éste a la hora de abordar las urgencias. Se buscará dar cuenta de cómo la escucha psicoanalítica al interior de este dispositivo promulga la aparición de la dimensión del sujeto en la urgencia, posibilitando la subjetivación de la misma.
Hacer aparecer la dimensión del sujeto es lo que diferenciará al psicoanálisis de otros paradigmas. Pulice (2018) afirma: “Nos dicen cuál es el paciente, pero no sabemos cuál es el sujeto. Todavía no sabemos qué sujeto tenemos como interlocutor, cuál es el fantasma que comanda la escena sobre la que vamos a intervenir. No siempre el acompañado está en posición de sujeto” (p. 78). Introducir la dimensión del sujeto en la urgencia está íntimamente ligado a que se pueda pasar de una urgencia generalizada a una urgencia subjetiva. Si la urgencia generalizada apunta a un sentido común y general respecto a la motivación de la urgencia, sin implicación del sujeto, su subjetivación se dará cuando el paciente pueda darle un sentido propio a aquello que lo estaba haciendo padecer. Se supone un sujeto que ha de apropiarse de aquello de lo que está padeciendo para poder atravesarlo (Sotelo, 2015).
La aparición del sujeto requiere una pausa lógica, la cual, en varias ocasiones, entra en contradicción con los tiempos y requerimientos familiares, institucionales y sociales. “No es lo mejor responder a la urgencia con la urgencia del Otro, ya sea la urgencia de curar o desangustiar” (Sotelo, 2015, p.13). Si el objetivo del dispositivo busca suprimir conductas que se tornan disruptivas para la familia y la institución, y se intenta reconducir al sujeto a las “vías de la normalidad” aceptadas socialmente, no hay allí una escucha psicoanalítica. En este sentido, Insúa (2021) sostiene: “No caer en la trampa moralizante de suprimir el síntoma para acomodarlo a lo que el otro espera de él” (Insúa. 2021, p. 24). Por lo tanto, y con la urgencia como brújula, “es una posición política (…) ubicar el derecho del paciente a que no se sepulte la causa detrás de sus síntomas” (Insúa, 2017, p. 27). Se tratará de hacer aparecer lo singular en la urgencia:
Se propone desde lo clínico un tratamiento singular de la urgencia: la localización, articulada con el instante de ver propuesto por Lacan; el diagnóstico, la apertura del tiempo lógico de comprender que conduce a la subjetivación de la urgencia; y, recién entonces, la sanción del momento de concluir, con la decisión acerca del modo que se continuará. (Sotelo, 2016, p. 173).
En continuación con estas ideas, será preciso que se despliegue el discurso del paciente para que se abra la posibilidad de que aparezca una pregunta propia en torno a lo acontecido. El instante de ver será clave para leer la posición en la que llega el paciente en torno a su padecimiento. El objetivo y las intervenciones variarán a partir de la lectura que se haga (Sotelo, 2015). Finalmente, la subjetivación de la urgencia se dará “ (…) cuando la urgencia ha dejado de ser algo ajeno para el sujeto, ubicando en el lugar de la causa aquello que le concierne” (Sotelo, 2015, p.106). Consecuentemente, el paciente podrá arribar a una hipótesis provisoria que le permita dar un sentido propio a lo acontecido, dando lugar a una subjetivación de la urgencia (Sotelo, 2015).
Desarrollo
Caso clínico Z
El caso no viene dado, sino que se basa siempre en una operación de lectura sobre una experiencia. La construcción del caso es ya un trabajo de elaboración y una postura de parte de quien lo está realizando (Iuale, s/f). Cabe aclarar que habrá modificaciones en la construcción del caso para velar la identidad de Z. Con esto como base, se realizará a continuación la elaboración de lectura del caso clínico.
Motivo de consulta
El motivo de consulta de Z parte de las continuas peleas que viene teniendo en la institución educativa a la que asiste. Ante este conflicto, y a partir de las conversaciones entre la institución educativa y la familia, se acuerda que el adolescente empiece un tratamiento psicológico. De esta forma, empieza a tratarse con un equipo terapéutico conformado por una psicóloga, un acompañante terapéutico en el ámbito escolar (AT) y un coordinador que realiza las supervisiones del caso.
Primer tiempo
En un primer momento, se pauta la reunión entre el equipo y la familia. No aparece una interrogación por parte de los mismos sobre lo que le viene sucediendo a su hijo. Al referirse a éste, lo describen como alguien que tiene que esforzarse más que los demás por su carácter “especial”, haciendo alusión a su diagnóstico de “retraso madurativo”. Reiteran en varias oportunidades que él es “especial” y tiene que “dar más” que el resto.
En los primeros encuentros con Z, el equipo observa a un joven retraído, que descuida su higiene y que viste ropas que no están acorde a la temperatura del día. A su vez, el jóven no ha logrado armar lazos con pares en la escuela ni por fuera de ella. Manifiesta sentirse solo. Al referirse al motivo por el que se inicia la consulta, las continuas situaciones de violencia con sus compañeros, Z lo dice a desgano, como si no tuviera importancia, y sin ningún atisbo de angustia.
A medida que se despliega su discurso, se escucha a un adolescente que afirma estar destinado a ganar, que posee un don natural, y que “nadie es nada, menos los que ganan”. Z se encuentra cursando 4to° año de la secundaria. En el aula se sienta en un banco separado de sus compañeros desde el inicio del año. Al interrogar esta situación, afirma que él es “especial” y que no tiene interés en compartir lugar con sus compañeros, que son todos “boludos”.
En lo que respecta a su actividad académica, Z confronta en reiteradas ocasiones con el “sentido” de estar haciendo la escuela. Manifiesta que no despierta su interés, que es una pérdida de tiempo y que prefiere estar hasta altas horas de la madrugada jugando en internet a diversos videojuegos. Los videojuegos para él sí tienen sentido. Y a contramano de su diagnóstico de retraso madurativo, al jugarlos demuestra tener altas habilidades y capacidades de atención.
Segundo tiempo
Luego del período inicial de tratamiento, Z vuelve a tener una situación conflictiva con sus compañeros. La misma se desarrolla un día en el cual asiste con demoras a la institución educativa. Cuando llega, el asiento en el que solía sentarse aparece ocupado. Ante esta situación, Z empieza a reclamar su “lugar”. La docente le dice que eso no es posible dado que él había llegado tarde, y que podía sentarse en cualquier otro asiento. Esta situación desencadena un episodio de suma agresividad en Z, el cual reclama sin freno que su “lugar” le sea devuelto. Empieza a revolear las carpetas de sus compañeros, amenaza con arrojar un banco y sus acciones van escalando. Ante la imposibilidad de que un límite sea puesto a esta situación, se llama a sus padres para que lo retiren de la institución educativa.
Luego de este episodio, la institución educativa empieza a buscar en la función del equipo tratante un sostén que permita que la clase se desarrolle normalmente sin que Z aparezca de un modo disruptivo. Su urgencia debe ser removida lo antes posible, y en las reuniones con el equipo tratante proponen la consulta psiquiátrica para que pueda “empezar con alguna medicación”. El equipo escucha y responde que todo esto se tomará en cuenta, dado que la idea no era romper el lazo con la institución educativa, pero sostiene su apuesta por la palabra.
A diferencia de otros momentos del tratamiento, Z trae lo sucedido en la institución escolar a su espacio analítico. Z relata con enojo que no entiende por qué alguien había ocupado su “lugar”, que él se sentaba allí desde el inicio del año y que no correspondía que el mismo fuera ocupado por otra persona. Al proponerle que asocie que se relacionaba con este “lugar” del que hablaba, Z retoma su creencia de ser “especial”, el cual se viene repitiendo en su discurso desde hace varias sesiones. La analista interviene comentando que le llamaba la atención que en medio del enojo por perder su “lugar” empezará a hablar de ser “especial”. Z afirma que él sentía que la maestra no lo había tratado en forma “especial” en la escena relatada. Se le propone la lectura de que tal vez lo que lo había enojado era que se hubiera puesto en duda ese lugar de “especial” que él sentía que le correspondía, y no tanto el que el hecho de que el asiento estuviese ocupado. Z se queda pensativo con esta hipótesis de lectura de su analista.
Tercer tiempo
Algunas sesiones posteriores a este episodio Z empieza a relatar que está jugando un juego, pero que no va a jugar más porque “nunca gana”. Luego, agrega que en realidad a veces gana pero que le frustra no ser “el mejor”. Insiste en la sesión con tener que ser el mejor, como “Messi”. La analista interviene recordando un diálogo anterior sobre las molestias que le generaba a su paciente el gusto de sus compañeros por el fútbol y le pregunta “¿Pero a vos te gusta el fútbol?”. El paciente responde negativamente, pero le dice que no es por el fútbol, si no por la “idea” de lo que representa Messi. La analista interviene nuevamente intentando conmover algo de su posición “¿La idea de representar al ganador de algo que no te gusta?”. Ante esta nueva pregunta, Z se queda meditando y luego de un tiempo en silencio le devuelve “Sí, tal vez primero tengo que encontrar lo que me gusta”.
Luego de esta sesión, empieza a aparecer una pregunta angustiada, un interrogante por su camino, por el lugar que desea construir. ¿Qué quiere hacer cuando termine la secundaria? Empieza a transitar alrededor de esta pregunta durante varias sesiones sin una respuesta. Transcurridas algunas sesiones, Z afirma que fue con su familia a comer pizza por su cumpleaños y cuenta que le regalaron un libro de neurología, el cual pidió “porque me interesa la cabeza”. Tal vez, un interés propio en relación a su futuro pueda empezar a vislumbrarse.
En la escuela no volvió a tener situaciones violentas con sus compañeros. En lo que respecta a los videojuegos, dice que está más tranquilo a la hora de jugar, que va “mejorando”, muy distinto a tener que ser siempre el “mejor”, aunque retoma esa posición en reiteradas ocasiones. En esos momentos, se lo acompaña para que algún efecto de verdad pueda aparecer.
Análisis del caso Z
Para iniciar el análisis, es pertinente aclarar que todas las hipótesis serán construcciones a partir de una lectura clínica de la urgencia sin tener incidencia en el caso real. Éste último, a su vez, tendrá modificaciones en su construcción para velar la identidad de Z.
La urgencia generalizada y la posición inhibida
En el inicio del caso, se observa que el motivo de consulta parte de la solicitud de la institución educativa hacia la familia, ante las diversas situaciones disruptivas que se vienen repitiendo en la escuela: el conflicto de Z con sus compañeros. Esto es lo que aparecería como “urgencia” entendido como una situación que ha llegado a un límite y que no está encontrando una solución (Sotelo, 2015). Ahora bien, ¿urgencia para quién? En los primeros encuentros con Z, se observa que ésto no aparece como problemático, y su malestar empieza a desplegarse por otras vertientes. Entonces, aquello que inicialmente se sitúa como “urgencia” queda del lado de la institución educativa, sin que el sujeto esté implicado allí. De esta forma, podría pensarse como una urgencia generalizada. Más adelante, en el caso se verá que el sujeto podrá empezar a implicarse en esta situación, pero eso vendrá por añadidura y no por el tiempo que demanda la institución (Sotelo, 2015)
A medida que se despliega el discurso del paciente, se escuchan una gran cantidad de creencias cargadas de sentido sobre las atribuciones que da a su persona. Él tiene que ser “especial”, el “mejor”, el que está “destinado a ganar” y que “nadie es nada, menos los que ganan”. Z circula por estas afirmaciones mientras despliega su discurso sin hacerse interrogantes. Aparece como algo del orden del ser, del “yo soy así”. (Lacan, 1962-63). De esta forma, una de las primeras hipótesis que empieza a desplegar el equipo tratante es que el paciente se encuentra en una posición inhibida. La misma se destaca por un discurso yoico y racionalizado. En el “yo soy así” de la inhibición parece nula la posibilidad de pensar un ser en potencia, un ser en devenir, un cambio con respecto a esta concepción coagulada de sí mismo.
En la inhibición, se dará el momento de mayor atrapamiento por parte del sujeto. Se está respondiendo en forma de demanda al Otro al que se le supone un saber, sin lograr apropiarse de aquello que lo comanda. Se puede observar cómo el significante “especial” se repite en reiteradas ocasiones en la entrevista con la familia. Es decir, se podría pensar como un significante clave en el lugar que ocupa en la trama familiar, y del cual Z hace uso en su discurso para referirse a sí mismo. El “especial” en Z lo deja apartado de sus compañeros de clase porque son todos unos “boludos”.
La soledad de Z y la dificultad de armar lazos con sus pares empieza a concebirse a partir de estos mandatos e ideales con los que carga a partir de lo que cree que se espera de él y lo deja apartado y detenido, el “síntoma puesto en el museo” (Lacan, 1962-63, p. 51). Así, “el trabajo analítico es para discernir que de ese armado identitario es una elección subjetiva y que es un efecto de alienación al Otro” (Insúa, 2020, p. 63). Esta diferenciación estará marcada en la enunciación del sujeto, diferenciando entre el sentido coagulado y la posición deseante.
Rabinovich (2017) afirma: “La voz del superyó funciona como el soporte de la consistencia imaginaria del Otro y, desde allí, ejerce su función de ligadura. Cuando más incuestionable y sometedora se presente la voz del mandato, más sólidamente queda el sujeto sujetado al Otro” (p. 61). En Z se escucha un constante mandato en el que se sostiene una manera de ser que no le permite ir construyendo una posición a la par de los demás, dado que está respondiendo al lugar que ocupa para el Otro. En este sentido, Milsztein (2021) afirma que no podrá haber lazos con los semejantes si el sujeto no está enlazado a sí mismo como un semejante, como un nombre común entre otros.
El choque de discursos
Después de un tiempo desde el inicio del tratamiento, hay una citación por parte de la institución educativa hacia el equipo tratante ante un nuevo caso de agresividad por parte de Z hacia sus pares en el colegio. Las autoridades educativas describen el episodio como algo inaceptable y afirman que no están dispuestos a tolerar nuevos incidentes, llegando a insinuar que sería necesaria la medicación de Z para permanecer en la institución.
Sotelo (2015) sostiene que será distinto un espacio donde el objetivo sea que la persona se “compense” en el menor tiempo posible, a aquel donde se tenga en cuenta “la particularidad de cada caso y resolver la consulta sin considerar el tiempo que requiere (…) el propósito es orientar al sujeto respecto de la causa de su padecimiento y promover el comienzo de un tratamiento una vez resuelta la urgencia” (Sotelo, 2015, p. 138). En este punto, es interesante situar la posición ética en la escucha psicoanalítica. Sotelo (2015) sostiene la importancia de una pausa lógica para que aparezca la dimensión del sujeto en la urgencia. La ética del analista tiene como base alojar el padecimiento e interrogar la urgencia que está atravesando, apuntando a las causas y no a su simple eliminación, más allá de las demandas de los distintos actores que entran en juego. No será a partir de una postura moral que intente silenciar o forzar un detenimiento, sino de apuntar a aquello que permita leer qué viene a decir éste sujeto en su particularidad con ese accionar (Insua, 2017).
Urgencia y el “lugar” de Z en la cólera
Se observa cómo en este segundo tiempo del tratamiento Z trae la situación de conflictividad ocurrida en el colegio, a contramano de la indiferencia con la que lo transmitía con anterioridad. En este punto, puede pensarse que el sujeto empieza a involucrarse en su padecer. Ya no se trata de la urgencia de la institución educativa que necesita que estas escenas dejen de repetirse, sino que Z trae esta conflictiva con la intención de trabajarla: “(…) haber transitado por la pregunta previa que daba forma a una demanda que lo implicaría subjetivamente” (Sotelo, 2015, p. 145). Así, surge el interrogante ¿Qué le despertó ese afecto de cólera a Z? De esta forma, puede empezar a hablarse de una implicación del sujeto en la urgencia, en esta situación de constantes peleas con su grupo de pares en la institución. Se supone un sujeto que ha de apropiarse de aquello de lo que está padeciendo para poder atravesarlo (Sotelo, 2015).
Z relata la situación en la que apareció encolerizado, retomando lo que experimentó en el aula. El adolescente insultó, revoleó carpetas y amenazó con tirar un banco. Al poder empezar a ponerle palabras, afirma que lo que despertó este accionar fue que otro compañero había ocupado “su lugar”, en referencia al asiento en el que solía sentarse. Esta situación de enojo no era correlativa respecto a la situación que Z describía.
Al interrogar qué quería decir este “lugar”, el discurso de Z se enlaza con el significante “especial” y la pérdida de éste último “lugar”. Y así, asocia que lo que en realidad lo enojó fue que no se lo tratará de forma “especial”. Esta interrogación sobre qué entendía el sujeto por “lugar” va en línea con “No darle un sentido sin preguntar qué significa eso para el paciente” (Insúa, 2022, p. 106). Reitter (2023) sostiene que los significantes del discurso del paciente van a tener un sentido, pero no hay diccionario en la biblioteca del analista que dé cuenta del mismo, sino que lo tendrá el propio analizante, motivo por el cual se lo invita a asociar.
Él tenía su “lugar” de “especial” desde una posición inhibida, y no podía construirse un lugar propio con sus pares. Cuando observa que la maestra como autoridad le dice que no puede sentarse allí, irrumpe la cólera. Esto permite hipotetizar que es algo que carga en una posición inhibida y no una apropiación subjetiva elegida.
A contramano de lo que buscaban las autoridades institucionales, que era coartar su accionar y redirigirlo a las vías adaptativas de lo que se espera de un estudiante, desde el equipo tratante se buscará la causa que le concierne a este sujeto en su particularidad (Sotelo, 2015). Así, se hipotetiza una vacilación en la que irrumpe el afecto de la cólera. En este sentido, Iuale (2020) afirma:
¿Qué implica la decepción? No es la castración del Otro, sino más bien el encuentro con la disparidad, esa falla en el correlato entre lo esperado y lo obtenido. Tal vez por eso la respuesta frente a la decepción no sea la angustia, sino la irrupción de la cólera (p. 170)
De esta forma, podemos pensar la íntima relación entre cólera y angustia. Si ese no es su “lugar”, ¿Qué “lugar” tiene? En el mismo punto dónde tambalea una de las significaciones que porta la persona, en un caso habrá angustia y en otro cólera (Iuale, 2020). En relación a la cólera, Iuale (2020) afirma: “Es cuando las cosas no encajan, y es propio de lo humano que las cosas no encajen” ( p. 171). Es decir, por no aceptar el hecho de que las cosas no encajan, la castración, él mismo se encoleriza ante el encuentro con una respuesta distinta a la que esperaba de antemano, el trato “especial”.
En este sentido, Rabinovich (2017) afirma: “El rehusamiento de la castración es correlativo a la ilusión de que el Otro garante y protector existe” (p. 29). El paciente aparece aferrado a la creencia que responde por su ser en los significantes alienados al discurso del Otro. Cuanto menos margen de movimiento deje ésta respuesta, más aferrado estará el sujeto a la suposición de saber de que hay una respuesta escrita que responde por su ser como garantía. Estas significaciones coaguladas, al verse tambaleadas en un encuentro contingente, donde las clavijitas no entran en los agujeritos, como sucedió con el “lugar” en el caso de Z, aparecerá la cólera. Si surgiera el interrogante podría descubrir la falta del Otro al que le supone el saber, y, por ende, su propia falta.
Hipótesis provisoria en el caso Z
Como se mencionaba en el apartado anterior, cuando la analista le dice a Z que le llama la atención que pase de la pérdida de su “lugar” a hablar de “especial”, éste le devuelve que su maestra no lo trató de forma “especial”. En este momento, se puede pensar que Z empieza a darle un sentido propio a aquello que está padeciendo (Sotelo, 2015). Consecuentemente, la afirmación de Z da lugar a la construcción que hace su analista de esta situación, al modo de hipótesis provisoria: “tal vez lo que lo había enojado era que se hubiera puesto en duda ese lugar de “especial” que él sentía que le correspondía, y no tanto el hecho de que el asiento estuviese ocupado” (Rapisarda, 2024, p. 21)
Freud (1912), en su texto Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico, aconseja no comunicar al paciente una construcción hasta que él mismo esté a un paso de poder realizarla, dado que la misma resultaría infecunda o provocaría una fuerte resistencia. Así, podemos pensar que no es casual el momento que elige la analista para realizar la construcción de la hipótesis. En este sentido, Reitter (2023) sostiene que el analista va a tener varias hipótesis, lo importante será que esté al tanto de que son hipótesis. Es decir, no es una verdad a la que llega el analista, sino una hipótesis provisoria que dará frutos en función de su eficacia clínica y los movimientos que permita en el paciente.
El afecto de Z y su accionar fueron vivenciados con la “fuerza de la evidencia” (Soler, 2016). La hipótesis buscará enlazarlo con aquello que lo causó. Por lo pronto, la hipótesis como segunda lectura permite pensar en una subjetivación de la urgencia: (…) “la misma se da por concluida cuando el sujeto haya podido establecer una hipótesis provisoria de la causa de su padecimiento” (Sotelo, 2015, p. 162).
Conmover los sentidos coagulados en la inhibición
Se observa como la posición de Z a lo largo del tratamiento lo invalida para relacionarse con sus pares. Se buscará acompañar al paciente para que pueda conmover esa posición inhibida, en la búsqueda de una posición deseante, donde se aloje la falta. Al respecto, será pertinente pensar el tercer tiempo lógico en el tratamiento de Z. En este tiempo, el paciente trae a sesión un videojuego que está jugando en la computadora. Afirma que “nunca gana” cuando en realidad, al contarle sobre las partidas a su analista, a veces gana y a veces pierde, como cualquier ser humano. Mientras habla del juego, retoma la idea de que tiene que ser el “mejor”. Al pedirle asociaciones, Z afirma que tiene que ser el “mejor” como “Messi”. La analista, recordando que en varias ocasiones Z había manifestado su disgusto por el fútbol, tiene la ocurrencia de interrogar esta afirmación que aparecía pegoteada:
¿Pero a vos te gusta el fútbol?”. El paciente responde negativamente, pero le dice que no es por el fútbol, si no por la “idea” de lo que representa Messi. La analista interviene nuevamente intentando conmover algo de su posición “¿La idea de representar al ganador de algo que no te gusta?”. Ante esta nueva pregunta, Z se queda meditando y luego de un tiempo en silencio le devuelve “Sí, tal vez primero tengo que encontrar lo que me gusta” (Rapisarda, 2024, p.20-21)
Insua (2010), en relación a la interpretación en la posición inhibida, sostiene “su eficacia está en la ruptura del sentido, que propiciará entonces la aparición de una nueva significación, tarea que estará del lado del sujeto, no del analista» (p. 78). Se abre un sentido que aparecía fijo, y esto posibilita que haya asociaciones y movimientos subjetivos. En este caso, se podría pensar que la interrogación de la analista, al modo de una interpretación, permite escribir lo que está entre líneas en el discurso del paciente, y que aparecía coagulado: ¿Cómo está en sintonía el hecho de ser el “mejor” con la idea de “Messi” si a vos no te gusta el fútbol?. Es interesante hipotetizar el efecto de verdad que pudo tener la interrogación de la analista a partir de los movimientos subjetivos que Z empieza a realizar.
Posición inhibida, urgencia y cólera en Z
La relación entre las tres conceptualizaciones que se abordan a lo largo de la tesina, a partir de este recorrido del caso, puede ser articulada. La posición inhibida aparece en Lacan como el momento de menor movimiento y menor conflicto para el yo del sujeto. La persona se posiciona desde el lugar del “yo soy así” aferrado a la respuesta que le proveyeron sus Otros significativos, y respondiendo a esta suposición de saber. El síntoma puesto en el museo de la inhibición del que habla Lacan se observa en el caso: Z no logra armar lazos con sus pares, ni se deja transformar en el intercambio con los otros. El es “especial” y el resto son “boludos”.
La cólera, como se ha trabajado a lo largo de la tesis, aparece en el punto en que la trama que venía acarreando la creencia de la persona es puesta en cuestión, vacila, y, entonces, en lugar de surgir un interrogante que podría poner en cuestión el lugar al que el sujeto viene respondiendo en forma de demanda, se encoleriza. De esta forma, aparece el afecto en la experiencia, sin que la persona interrogue la causa del mismo (Soler, 2015). El sujeto se encoleriza y vive este afecto como real, cuando en realidad su causa es la creencia en que hay una respuesta fija que responde por su ser, como se observa en el análisis del caso de Z, y su lugar de “especial”.
El recorrido del equipo tratante permite vislumbrar los movimientos que acontecieron a lo largo de la urgencia. En un primer momento, las reiteradas peleas de Z con sus grupos de pares son una urgencia para la institución educativa, dado que Z está tomando por la escena sin interrogarla. En un segundo momento, Z lleva la urgencia como un interrogante a su espacio terapéutico para trabajarlo. En este segundo momento, empieza a preguntarse por la causa de su padecimiento. De esta forma, podemos pensar que se pasa de una urgencia generalizada a una urgencia subjetiva, momento en el cual el sujeto se implica en su padecimiento. En este sentido, Sotelo (2016) afirma:
Se propone desde lo clínico un tratamiento singular de la urgencia: la localización, articulada con el instante de ver propuesto por Lacan; el diagnóstico, la apertura del tiempo lógico de comprender que conduce a la subjetivación de la urgencia; y, recién entonces, la sanción del momento de concluir, con la decisión acerca del modo que se continuará. (p. 173).
La analista, en conjunto con el equipo tratante, habiendo hecho una lectura previa en el momento de ver sobre la modalidad del padecimiento subjetivo que acarrea el paciente, hipotetiza que Z está en una posición inhibida. Esto posibilita que en el momento en que Z trae la conflictiva por su “lugar”, se pueda dar espacio al momento lógico de comprender, en el cual el actuar de Z es leído como el afecto de la “cólera”. De esta forma, la analista le devuelve a Z una construcción a modo de hipótesis provisoria sobre la causa de su padecimiento, la cual da cuenta de una subjetivación de la urgencia, siendo una decisión del paciente el modo de continuar su tratamiento (Sotelo, 2016).
Algunas conclusiones
Como se ha mencionado en la introducción, el interés principal que ha llevado ha realizar el análisis del caso Z como trabajo de tesis ha sido la participación al interior del equipo como acompañante terapéutico en el ámbito escolar. En consonancia al objetivo general y la hipótesis principal, se ha observado que la modalidad del padecimiento subjetivo en Z es la posición inhibida. Para sustentar esta articulación, se ha trabajado a lo largo del corpus teórico de la tesina diversas conceptualizaciones al interior del campo psicoanalítico sobre esta temática. De esta forma, se ha partido de Freud y Lacan, y se ha avanzando sobre varios autores contemporáneos, quienes con una base teórica freudiana y lacaniana, hacen sus novedosos aportes y agregan su impronta a la fenomenología de la clínica actual en materia de inhibición.
A su vez, en lo que respecta a los objetivos específicos, se ha ampliado el campo de análisis del caso. Así, a lo largo del análisis, las tres principales variables que se han tomado para pensarlo han sido: la inhibición, la urgencia y el afecto lacaniano de la cólera. La articulación teórica alrededor de estos tres conceptos ha sido primordial para pensar el caso. Haciendo una pequeña recapitulación del mismo, en el primer tiempo se ubica a la urgencia en forma generalizada. La demanda de tratamiento parte de la institución educativa ante los conflictos que Z tiene con sus pares, sin que esto le hiciera pregunta. En ese primer tiempo se ubica la posición inhibida como modalidad de padecimiento subjetivo que acarrea Z. La misma es pesquisada a partir de su discurso plagado de significaciones coaguladas sobre sí mismo, las cuales lo dejan detenido y sin que parezca posible que se conciba como un ser en devenir.
En un segundo tiempo, el sujeto trae la conflictiva al análisis, y se posibilita proveer al mismo ciertas coordenadas a modo de hipótesis provisoria. En relación a la causa de la misma, se hace una lectura del afecto de la cólera, entendida como el momento en el cual el sujeto vacila en un punto que aparecía coagulado de sentido en lo que respecta a su posición inhibida. De esta forma, se habilita una segunda lectura sobre su padecimiento, en la cual no se trata de la simple vivencia del mismo, sino que el sujeto está implicado en ese padecer, y posee una hipótesis sobre su causa. En este punto, se abre la posibilidad de que Z pueda empezar a interrogar esa posición, al decidir continuar con el tratamiento. Así pues, queda para un futuro trabajo pensar las modalidades de intervención que se dan al interior del espacio analítico para trabajar con pacientes en posición inhibida.