Entre el héroe y el villano
Crecer en una familia implica, muchas veces, asumir un lugar que no elegimos. A algunos les toca ser el mediador, a otros el rebelde, y a unos cuantos —aunque no lo pidan— la famosa “oveja negra”. Ese miembro que no se conforma con los mandatos establecidos, que cuestiona las lealtades silenciosas y que decidirá, tarde o temprano, caminar por fuera del molde. ¿Qué pasa cuando dejar de cumplir con los mandatos familiares tiene un costo demasiado alto?
El precio puede ser doloroso: aislamiento emocional, comentarios pasivo-agresivos que invalidan, chantaje disfrazado de preocupación, burlas que hieren bajo el disfraz del humor. Todo apunta a que solo hay dos posibilidades: ser la pieza más fiel a la familia o su enemigo, a quien culparán de todos los males. Quedarse o irse.
Las consecuencias de cada rol: en el primer caso nuestro deseo queda en segundo lugar, la prioridad es lo que se nos pide y somos quien mantiene la rueda andando. La familia pide y la oveja responde. Si este rol resuena como incómodo significa que no solo estás siendo quien sigue al rebaño, silenciando tu voz, sino que probablemente estés cargando con demasiado peso. ¿Parece que nadie responde tan bien a las demandas familiares? «¿Por qué mi hermano no piensa en los demás como yo? ya estoy cansado». Aquella persona que, en nombre del amor, sacrifica su bienestar para sostener el sistema. Que se convierte en guía, sostén, faro… incluso cuando nadie quiere ver.
El segundo rol: el enemigo, causante de todos los males. «Mi madre se enfermó y todos dicen que fue por mi culpa, pero es ella quien se descuidó cuando me fui de casa» “Se enojaron porque no fui, voy siempre y por primera vez prioricé lo que tenía ganas de hacer, no merezco ese castigo”. Pone límites claros y distancia su vida privada de la familia o incluso de amistades. De repente, ya no lo invitan a reuniones o hablan por detrás. Quien se enoje cuando pongas un límite dejará en claro que no le interesabas como persona sino lo que conseguía a través tuyo.
Ciertas dinámicas familiares eligen al más débil, aquel que no puede alzar su voz, y desechan todo lo incómodo: cuidar a los mayores de la familia, realizar tareas que nadie desea, enfrentar situaciones que nadie quiere. Cuando esta persona ha intentado a lo largo de su vida ser escuchado, opinar, proponer, fue silenciado y desmerecido. Parece ser que es el principal actor, pero nunca el guionista. La respuesta generalmente es hostil ya que pone en juego la comodidad en los roles de los demás.
¿Cuánto tiempo puede sostenerse alguien así sin quebrarse por dentro? «¿Es necesario dejar de vincularme con mi familia o hay puntos medios? ¿Cuánto es lo máximo que puedo tolerar?» En este espacio te acompaño a revisar puntos intermedios que permitan mantener el amor por la familia pero poniendo en primer lugar tu salud mental y tus deseos. “¿Qué es lo que realmente quiero? ¿Este es el modo de conseguirlo?”
La verdad es que ningún rol impuesto —ni el del rebelde ni el del héroe— alcanza para definirnos por completo. Somos más que los mandatos, más que las expectativas. Y aunque duela, la libertad implica soltar las promesas heredadas, y permitirse construir vínculos desde el deseo, no desde la obligación. Es importante saber que soltar estos lazos antiguos permitirán el crecimiento y todo el esfuerzo de “empujar hacia adelante” valdrá la pena.

Resignificar la historia familiar no significa romperla, sino reescribirla desde otro lugar. Uno donde el amor no duela, donde las decisiones se tomen sin culpa, y donde el bienestar propio no sea una traición. Si sentís que llegó el momento de comenzar ese camino, podés escribirme y agendar tu sesión. Hay una historia nueva esperando ser contada.
Recordá que este es un camino con varios pasos, comenzar a escuchar tu propia voz es el comienzo de un proceso a largo plazo donde propongo acompañarte.
No estás solo. ¡Bienvenido!
Lic. Valentina Rovera – Agenda abierta, turnos inmediatos – Niños, jóvenes y adultos.
M. P. 15137

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