
Muchísimas personas no son felices con sus parejas porque esperan o exigen de ellas cosas que jamás podrán darles. No porque no quieran, ni porque sean «malas» o «egoístas», como suele decirse, sino porque no está en su naturaleza o en su neurosis particular. Y nunca lo estará. Obsesionarse con cambiar a la pareja es como pedirle peras al olmo: una dolorosa locura. Es, en esencia, no saber con quién estás. Paradójicamente, quienes más exigen y sufren porque «no les quieren» son, a menudo, los que menos entienden esta obviedad. Son personas que, por haber sido muy maltratadas emocionalmente en la infancia, llevan consigo un profundo bagaje de neurosis y narcisismo.
Nos guste o no, los demás son como son, moldeados por su historia personal, al igual que nosotros. No son lo que necesitamos o deseamos que sean. Ésta es una de las lecciones más duras de aprender para muchas personas, y explica buena parte del sufrimiento y la violencia en las relaciones de pareja. Con frecuencia, estas relaciones se convierten en una lucha constante por cambiar al otro, adaptarlo a nuestras necesidades, convertirlo en un salvavidas emocional o en un esclavo sentimental. Incluso hay quienes acuden a terapia con la esperanza de recibir «instrucciones» para lograrlo. Pero el amor no funciona así.
Hay tres principios básicos que muchas personas desconocen sobre el amor de pareja. Comprenderlos profundamente es esencial para construir relaciones felices y duraderas:
1. **El amor de pareja es una «neurosis compatible».**
Una relación sana depende de que las necesidades y capacidades de ambas personas coincidan de la manera más natural posible, como una llave que encaja perfectamente en una cerradura. No se trata de forzar, reparar, ni esperar milagros; simplemente, el clic debe suceder con facilidad. Una buena relación de pareja se parece mucho a una buena amistad: todo fluye con naturalidad.
2. **El amor de pareja no consiste en «hacer feliz al otro».**
Este es uno de los mitos más dañinos sobre el amor. Muchas personas creen que deben sacrificarse o esforzarse constantemente para complacer a su pareja, como si el amor fuera un trabajo o una obligación. En realidad, tú y tu pareja deberían sentirse razonablemente felices consigo mismos antes de conocerse. El amor no es una «fábrica de felicidad», aunque ocasionalmente implique esfuerzos y sacrificios. La verdadera felicidad en pareja surge de compartir espontáneamente lo que cada uno es y tiene para ofrecer.
3. **El amor de pareja no sirve para salvarte.**
Por muy románticas que sean tus fantasías, tu pareja nunca podrá resolver todos tus problemas ni llenar tus vacíos emocionales más profundos. Una buena pareja puede aliviar ciertas carencias, acompañarte en momentos difíciles y darte apoyo, pero siempre dentro de los límites de sus propias capacidades y heridas. Resolver tus conflictos internos es un trabajo que sólo tú puedes hacer, y no es algo que el amor de pareja pueda suplir.
En resumen, si tus propias neurosis o tu egocentrismo son demasiado intensos, es probable que elijas relaciones erróneas. Te aferrarás a «llaves» o «cerraduras» que no encajan, forzarás a tu pareja hasta convertirla en un tirano o en un esclavo, y acabarás destruyendo el vínculo. Pero si tienes la madurez para respetar estos principios, podrás construir relaciones sanas, eligiendo a la persona adecuada desde el principio y conservándola felizmente con el paso del tiempo. Porque, al final, el amor no es un proceso de cambio, sino de aceptación.
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