
El temor al abandono es un síntoma común en diversos trastornos emocionales. Su raíz está en el abandono emocional temprano, que deja al niño en una profunda sensación de vulnerabilidad. Al nacer, los humanos somos extremadamente dependientes y necesitamos cuidado constante para construir una seguridad interna que prevenga el «terror oral» típico de los bebés. Sin embargo, cuando los padres, por diversas razones (depresión, adicciones, conflictos personales, entre otros), no brindan el afecto y cuidado necesarios, el niño se siente abandonado. Esto genera una sensación de desamparo que se revive de manera repetitiva en las relaciones futuras.
El amor, entendido como un vínculo recíproco que permite crecer juntos, se ve afectado cuando una persona vive con miedo al abandono. Quien teme ser abandonado suele renunciar a sí mismo, adaptándose de forma extrema para satisfacer las expectativas de los demás y evitar ser dejado. Este temor dificulta el desarrollo de relaciones sanas, generando en su lugar vínculos de dependencia emocional.
La dependencia, al igual que otras adicciones, es una respuesta temporal al pánico al abandono. Funciona como un consuelo momentáneo, pero también actúa como un obstáculo para explorar y resolver las causas profundas del problema. Solo al enfrentarnos a nuestra identidad, trabajar en nuestro crecimiento personal y soltar esas «muletas» emocionales, podemos empezar a vivir el amor desde un lugar más maduro, estable y feliz.
Las personas con miedo al abandono suelen sentirse desconectadas de sí mismas. Su vida gira en torno a complacer a los demás, buscando aprobación y afecto a cualquier precio. Pueden mostrarse excesivamente serviciales y, cuando perciben señales de rechazo o alejamiento, suelen reaccionar con ira, reproches o incluso rompiendo la relación para evitar ser heridos.
Lo más trágico es que, inconscientemente, muchas de estas personas eligen parejas que tienden a repetir el patrón de abandono que vivieron en su infancia. Esto perpetúa un ciclo de rupturas dolorosas y una constante lucha por evitar la soledad.
Un ejemplo de este miedo puede encontrarse en la famosa canción «Ne me quitte pas» de Jacques Brel. Aunque considerada una obra maestra, refleja la angustia y la incapacidad de quien vive desde el temor, en lugar de la seguridad necesaria para sostener una relación amorosa genuina.
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