Entre el deseo y la genética: reflexiones sobre la selección de embriones

Autor del artículo: Lic. Lucia Grisel Molina

Este artículo parte de un caso real ocurrido en Londres en 2008: una pareja sorda, luego de tener un primer hijo también sordo, expresó que si recurría a fecundación in vitro pediría la selección genética de embriones para asegurarse un segundo hijo con las mismas características. Su argumento: sentirse parte orgullosa de una minoría lingüística y querer que sus hijos compartieran esa pertenencia.

El avance de las técnicas de reproducción asistida ha transformado profundamente las posibilidades de concepción y, con ello, las categorías de maternidad, paternidad y filiación. Estas tecnologías habilitan nuevas configuraciones familiares, pero también generan preguntas sobre sus efectos subjetivos y éticos. No siempre es sencillo distinguir cuándo estas modificaciones representan cambios propios de la época —que conservan lo esencial de lo simbólico— y cuándo, por el contrario, afectan aquello que “no puede no estar” para que un sujeto pueda constituirse.

Las llamadas NTR no pueden clasificarse de manera general ni como transformaciones simbólicas ni como amenazas al núcleo real de la subjetividad. Cada caso exige un análisis singular, desafío que también enfrenta el marco jurídico. Actualmente, además de responder a problemas de fertilidad, estas técnicas se utilizan para evitar enfermedades genéticas, postergar la gestación e incluso seleccionar sexo o rasgos fenotípicos. Esto abre interrogantes éticos: ¿qué límites deben establecer la ciencia y el derecho?, ¿qué lugar ocupa el deseo de ser madre o padre cuando aparece la demanda de un hijo “a medida”?

En el campo subjetivo, la filiación implica siempre la transmisión de un deseo y la posibilidad de alojar a un niño en un lugar simbólico, no reducido a la condición de objeto. La función materna y paterna —entendidas como transmisoras de deseo y de ley— requieren cierta renuncia a la completud narcisista y a la arbitrariedad. Desde esta perspectiva, elegir deliberadamente un hijo con una discapacidad para que coincida con las características de los padres puede pensarse como un acto que dificulta esa renuncia y arriesga transformar al niño en objeto de satisfacción, antes que en sujeto con singularidad propia.

La ingeniería genética permite intervenir en aspectos antes entregados al azar, pero también habilita decisiones que orientan la vida de un sujeto antes de nacer. En muchos países la elección del embrión a implantar queda en manos de criterios médicos; la pregunta es qué ocurre cuando esa decisión responde a criterios puramente parentales. ¿Es ético elegir un embrión por razones estéticas o identitarias? ¿Es equivalente seleccionar para evitar enfermedades que seleccionar para asegurar un déficit?

Volviendo al caso, cabe preguntarse cómo podrían estos padres sostener, ante su hijo futuro, una decisión que habría limitado deliberadamente un sentido como la audición. A diferencia de un accidente o una condición genética espontánea, aquí la privación emergería de una elección consciente. Esto abre un problema subjetivo profundo: ¿cómo transmitir la ley, el deseo y los límites cuando la llegada del niño está marcada por una decisión que lo fija a una completud narcisista o identitaria previa?

Sin pretender resolver estos dilemas, este análisis busca subrayar la importancia de situar cada situación de NTR en su singularidad. Allí donde la tecnología permite ampliar posibilidades, también exige pensar qué lugar se le otorga al sujeto que llegará y cómo se resguardan las condiciones simbólicas necesarias para su constitución.

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