Vivimos en una era marcada por la hiperconectividad, la inmediatez y la sobreexposición. El avance tecnológico ha transformado nuestras formas de vincularnos, trabajar y pensar. Sin embargo, este progreso también ha traído consigo una aceleración subjetiva que muchas veces se traduce en ansiedad, insatisfacción crónica y una desconexión profunda con el sentido de lo que hacemos.
Desde una perspectiva junguiana, la neurosis no es simplemente un trastorno clínico, sino una señal de que el alma —el Self— está en conflicto. Es el síntoma de una fractura entre lo que somos y lo que creemos que deberíamos ser. En este contexto, la tecnología puede actuar como amplificador de esa fractura: nos empuja a la productividad constante, a la comparación permanente, a la ilusión de control.
La filosofía estoica nos ofrece una brújula en medio de este vértigo. Nos recuerda que no podemos controlar lo externo, pero sí nuestra actitud frente a ello. Practicar la atención plena, el desapego de lo que no depende de nosotros, y el cultivo de la virtud como camino hacia la paz interior, son herramientas poderosas para enfrentar el malestar moderno.
En mi práctica clínica, integro técnicas de hipnosis para acceder a capas más profundas del inconsciente, donde muchas veces habita el origen del síntoma. La hipnosis no es una fórmula mágica, sino una vía para facilitar el diálogo interno, desbloquear memorias y resignificar experiencias.
No trabajo con etiquetas, sino con personas. Cada historia es única, y cada neurosis tiene su propio lenguaje. Escuchar ese lenguaje sin juicio, con apertura y respeto, es el primer paso hacia una transformación real. En tiempos donde todo parece acelerarse, detenerse a escuchar puede ser el acto más revolucionario.

Por: Lic. Chalabe Carolina

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